Desde el principio apacible, formada de maíz, frijol y chile. Toluca, la bella, te llamaban. No eres sino el fantasma de lo que solías ser. Una sombra de la esperanza que parece ya acabada; sin embargo, por encima del mar eres hogar del dios Tolo. Eres ciudad mexicana en el corazón de la patria, la mayor de cientos de hermanas.

Eres desdeñada por los que no saben mirar y eres querida en silencio por aquellos criados en tu gélido seno. Orgullosa guardiana, nos miras sobre la cima de tu volcán dormido. Observas a tus hijos dar vida a tus calles; tus calles que como raíces afrancesadas crecen desde tu plaza hasta tus cerros, y albergan en ellas tu cultura, pasada y naciente. Herencia Matlazinca, Otomí y Mazahua legaron a esta tierra el color que no ha perdido y son razón del color del porvenir.

Eres el recuerdo de un paseo por la Alameda; eres el sol que quemante penetra los ocotes e ilumina a los novios en su paseo de bicicleta; la viejitas comprando en los portales las dulzuras de tu hibridación española. Eres los payasos malhablados que hacen sonreír a los niños, y tu afición que siempre abarrota, pintada de rojo, tu bombonera. Eres las historias sobre Fidel Castro en el Nevado, que mis tíos me contaban comiendo un taco de chorizo el domingo en la mañana, y también el cosmos encerrado en un jardín rodeado de cristal.

A ti, Toluca, que eres fría como tu gente, pero amable en las tardes de junio. A ti te digo, con temor y terquedad, que me aferro a tu suelo y a mis muertos. Te digo que serás siempre mi madre.

Fuente de imagen: skycrapercity.com

 


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