Otro día más en esta fría ciudad. Día en el que enfrento la nostalgia de no estar en casa, la melancolía de no estar con la familia y los recuerdos de viejos amigos.

Hay momentos en los que me pregunto qué hago aquí. En otras ocasiones, reflexiono si ha valido la pena haber dejado tanto atrás. A veces, pienso cómo sería mi vida si no hubiera salido de casa.

Otros días extraño la comida de mamá y echo de menos sus abrazos y consejos cuando algo andaba mal.

Hay días en los que me adentro en el ajetreo de la ciudad y observo a las personas, siempre con prisa, ir de un lugar a otro sin detenerse a ver la ciudad más allá del cielo gris.

Pero también hay días que agradezco estar aquí. Agradezco lo que esta ciudad ofrece y lo que su gente aporta.

Algunas veces, pienso cómo ha cambiado, en muchos aspectos, mi vida y mi persona. Nuevos retos, nuevas resoluciones y nuevas metas surgen día con día, obligándome a salir de mi zona de confort.

Hay días que veo la ciudad como mi segundo hogar, como el lugar al que llegan los soñadores con ansia de lograr lo que en su lugar de origen tal vez no podían alcanzar.

Sí, supone sacrificio y esfuerzo, implica soledad y nostalgia; pero también alegría y dicha de ver mis metas cumplirse.

Hace tiempo que comenzó esta aventura: llegar a una ciudad desconocida. Sentimientos encontrados me invadieron, pero hoy puedo asegurar que llegar hasta este punto de mi vida y estar en este lugar, sí ha valido la pena.

 


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