A lo largo de toda mi vida he mantenido las más variadas pláticas; desde aquellas que son meramente teóricas hasta llegar con las más comunes y parciales. He sufrido de aquello que muchos llaman el encuentro con los lectores peligrosos.
No hay mejor manera para conocer a alguien que por medio de la plática: somos lo que decimos. En su momento Seneca le decía a Lucilio que tuviese cuidado en lo que dijera, porque hablar conlleva una gran responsabilidad. El diálogo, así como a Sócrates, debe conducirnos al conocimiento. En un argumento muy general puedo decir que todos somos lenguaje y, como tal, siempre estamos comunicando.
Pero no todos los diálogos resultan tan placenteros. Acostumbrado a las charlas profundas y que me dejen algo más allá del simple entretenimiento, exijo a los demás una competencia lingüística e intelectiva capaz de retarme, pues no encuentro goce en lo llano. No caigo en el error infantil de confundir la sencillez con lo pueril como cualquier sujeto común lo haría.
Leer le otorga a cualquier sujeto una visión diferente del mundo; abre su expectativa de horizonte, o por lo menos eso es lo que tendría que pasar. Cuántas veces me he desilusionado al trabar conversación con algún lector y descubrir en sus comentarios meras parcialidades, asuntos sostenidos a partir de una estética baladí y sin argumentaciones profundas.
Encuentro con los lectores peligrosos – los libreros
Entre estos desearía colocar a los libreros, quienes están a diario en contacto con los libros; capaces de leer de todo, regocijándose de un estante a otro. ¿Qué hace a un librero un lector peligroso? Primero que nada, su educación comercial de ver al libro como un objeto de consumo; no digo que todos, pero por lo menos una gran mayoría. El librero es la combinación de un bibliotecario y un bodeguero lector. Los libreros leen mucho y saben mucho, pero se quedan allí. Son capaces de recomendarte libros y libros, pero son incapaces de armar críticas serías sobre ellos; este asunto los vuelve el doble de peligrosos.
El librero es un ser egocéntrico. Todo lector crítico y activo debería de evitarlos porque son incapaces de entender las teoría y los conceptos aplicables al canon literario y filosófico. Y si a eso le sumamos la incapacidad de no soportar un comentario argumentado sobre la lectura y su comprensión, el asunto es más difícil. Sse corre con el riesgo de que este ser tome un grueso tomo de las obras completas de Borges o, peor aún, una trilogía juvenil completa y te la estrelle en la cabeza.
Que llegue a darse una relación de amistad entre un bibliómano, lector empedernido y pensador constante, y un librero, lector superficial y acumulador, es algo complicado. Mientras el primero mantiene una visión crítica de cuanto le rodea; el segundo, por su carisma incluyente, es alguien que lee para entretenerse y hacerse la vida más tranquila.
Continuará…
¿Alguna vez te has encontrado con un lector de este tipo?
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