Para un servidor, haber estado casi 8 años estudiando en la Universidad Autónoma del Estado de México lo va llenando de historias, y en la mayoría de las situaciones, creando historias que pasarán de generación en generación.

Estando en el bachillerato, una de las historias que me asombraron sobre todas los relatos que pude haber escuchado era el de la piscina de Rectoría. Un profesor que impartía la clase de Historia de México nos contó como él y sus amigos, vivieron la época donde existía piscina.

Este profesor contaba que la piscina se encontraba justo a un lado del Árbol de la Mora, estandarte de la UAEMéx. Y que servía para que los alumnos pudieran lanzarse desde ahí. También lo ocupaban como tendedero para que en sus ramas se secara la ropa mojada de los estudiantes.

Antes de que Rectoría funcionara como edificio administrativo, era la casa de los bachilleres que, a falta de plazas por cubrir recibían clases de compañeros que cursaban los últimos semestres de licenciaturas.

Aquí no solamente funcionaba como alberca, sino que había dado paso al nacimiento de las famosas “perradas”. Donde los alumnos de nuevo ingreso los lanzaban con ropa y libretas a la piscina. Por otro lado, se tenía un horario donde la alberca podía ser usada por hombres y otra exclusivamente para mujeres.

La alberca era alimentada por un pozo de agua, que, paulatinamente se secó. Y sin ser rellenada, la piscina también se secó. Pero sin tener agua, aún pudo funcionarle a los estudiantes. Ya que se usaba como una cancha para echar la “cascarita”.

Con el cambio de prioridades, se buscó usar ese espacio como estacionamiento. Finalmente terminó como un parque público. Siempre resguardado por el Árbol de la Mora, que ha sido testigo de tantas historias creadas por los alumnos universitarios.

Fotografía de Carina Benitez Zamudio

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