Gorrones, todos sabemos quienes son y qué hacen en nuestras fiestas.
Una vez, Sócrates, estando completamente lavado y limpio, se encuentra en el camino a Aristodemo. Este le pregunta dónde iba tan elegante, a lo que el filósofo le responde que al convite que ha organizado Agatón en su casa. En este diálogo que lleva por nombre El banquete, Platón, aparte de hablar sobre el amor y las formas en las que éste se manifiesta; también nos da pie a otros tantos temas: uno que se desarrolla de manera divertida es el de aquellas personas que no fueron invitadas a participar dentro de alguna reunión, fiesta o convivio, pero que suelen hacer su aparición en el lugar, nos referimos, coloquialmente, a los gorrones.
Fotografías cortesía de E. Rafael y Sanchez Vato
Cuando Sócrates llega acompañado de Aristodemo, Agatón no puede evitar la sorpresa de encontrarse con éste último a lo que dice “…ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible verte [Agatón]”, pretextando, de esta manera, el hecho de no haberle extendido una invitación formal. Con Aristodemo tenemos la figura del gorrón, de ese invitado que resulta estar invitado por otro invitado. Esto, desde la época clásica hasta nuestros días sigue estando presente. Dentro de la naturaleza de la fiesta o banquetes; éstos no podrían ser los mismos sin los gorrones no se manifestaran.
En las fiestas, los banquetes y convivios se reúnen personas que guardan cierta relación o familiaridad; lo que provoca que el anfitrión pueda decidir a quien invitar y a quien no. Generalmente los invitados son conocidos, familiares y amigos que brindan confianza al anfitrión. Sin embargo, esas personas cercanas y conocidas invitan a otras que le son cercanas y conocidas a ellas mismas. Lo que provoca que el convite se vuelva numeroso y, en muchos casos, una reunión de meros desconocidos.
Fotografías cortesía de E. Rafael y Sanchez Vato
La naturaleza del invitado y del invitado del invitado radica, en el mejor de los casos, en la familiaridad con anfitrión. Tal es el caso de Aristodemo, quien para Agatón era conocido, pero, posiblemente, no grato para asistir. Cuando alguien no ha recibido una invitación directa puede suponer, entonces, que su compañía es innecesaria o, bien, que se le ha omitido por las apuraciones y el esfuerzo que conlleva dirigir una fiesta.
El gorrón, en parte, es un ser que se guía bajo el cinismo. Pues, aun sabiendo por intuición o conocimiento las causas de no haber sido llamado, se presenta a la fiesta; conducido por un invitado directo, tal como lo hemos visto, o bien, llegando de improvisto. Y es, precisamente, el gorrón quien, movido bajo la satisfacción de sus necesidades alimenticias y etílicas, no conoce el orden y la mesura. Lo mismo le da estar siendo observado que sentarse solo alrededor de alguna mesa, así entonces tenemos a los gorrones protagónicos, que al final del día se convierten en el alma de la fiesta, como Sergio el Bailador o La Chona, pero también están los malacopa, de esos que nadie querría tener en su fiesta.
Fotografías cortesía de E. Rafael y Sanchez Vato
Quizá para la próxima que no seamos invitados a alguna reunión y tengamos ganas de asistir; podríamos utilizar la máxima que Sócrates señala a Aristodemo para que le acompañe a donde Agatón:
“Los buenos van espontáneamente a la comida de los buenos”.
¿Ustedes alguna vez no han sido invitado a alguna reunión, pero aún así se apuntan al convite?
Cuéntenos sus experiencias como gorrón